domingo, 28 de noviembre de 2010

crónoca del mercado Juan Sabines!!!

Crónica del mercado Juan Sabines

Un día en el mercado
El sol estaba en su punto más alto, el tráfico era aterrador y el cansancio estaba a todo lo que da. Poco a poco me fui adentrando al centro y me llamo la atención una multitud rodeando el mercado. Eran unas señoras regateando por  fruta fresca. La sensación de la rapidez con la que la gente se pasea por los pasillos del mercado, hace que el calor y la tensión se acumulen en el cuerpo.
Poco a poco entendí  por que las amas de casa necesitan correr por los pasillos y no quedarse a comadrear en las esquinas de este.
Es por el precio de la fruta, el queso, el pollo etc… Los alimentos esenciales  que deben ir en la mesa a la hora de comer.
Los clientes merodeaban los puestos de verduras viendo y dándose cuenta en donde poder adquirirla mejor y más fresca. Los quesos y cremas se vendían por si solos, al verlos extendidos en la mesa de mosaico. Todo el que pasaba siempre echaba un vistazo y preguntaba el precio de estos, algunos compraban más de uno otros solo veían  caer el suero de los quesos.
Y en mi caso deseaba con ganas deleitar solo un pedazo de ese queso que se veía a lo lejos delicioso, lo imaginaba envuelto de una deliciosa tortilla. Creo que tenía un poco de hambre porque no tenía ni un solo pedazo de comida en el estomago. Y estar dentro de un mercado lleno de frutas, verduras, carne, pollo y demás hacían que mi estomago se derritiera de antojo al ver tantas cosas expuestas a unas cuantas monedas y no poder comprar ni una sola. Porque por mal mío solo llevaba cuatro monedas de un peso, solo para poder tomar el conejobus de regreso a casa.
Quise salir de ahí por el temor de comprar algunas frutas y quedarme sin pasaje para llegar a casa. Camine y camine y encontré que el espíritu navideño ya estaba dentro del mercado Juan Sabines. Veía amarradas en el techo piñatas de todos colores, formas y tamaños. En algunos espacios los foquitos navideños se veían parpadear una y otra vez y las imágenes de santa Claus resaltaban de puesto en puesto.
Poco a poco la garganta se me fue secando y deseaba con todo mi corazón encontrar las deliciosas aguas de coco tan famosas del mercado. Claro esas aguas de coco de la equina. Pero mi emoción no duro mucho al recordar que no llevaba dinero para comprarlo, triste revise de nuevo mi mochila rezando por poder encontrar unas cuantas monedas para poder comprar una bolsita de esa deliciosa agua de coco.
Feliz encontré un billete de veinte pesos, que al fin no recordaba cómo ni cuándo lo había dejado en la bolsa trasera de la mochila. Ansiosa compre una bolsa y me refresque la garganta para seguir recorriendo los pasillos del mercado y de repente el olor de los mariscos llegaron a mi nariz, y el grito de las locatarias al entonar: “llévelo mamita” “¿qué va a querer?” “está muy fresquecito”.
Y ahí supe como las locatarias tenían a sus clientes, supe entonces como poco a poco las enamoran para poder adquirir su mercancía. Pregunte con la vendedora de pescado que ¿si estaban frescos? y ella contesto: ¡claro mamita cuantos vas a llevar! Claro no podía comprarlos pero como saber si estaban frescos la locataria por venderlos me diría que estaban muy frescos aunque no fuera cierto y entonces una señora se acerco al mismo puesto en donde yo me encontraba y comenzó a revisar los pescados abriéndolos de la cabeza y revisando que tuviera una “cosita” roja y me percate que si tenía esa “cosita” roja la señora lo tomaba y lo ponía en la charola para llevárselo con ella.
 Casi terminaba mi recorrido eran ya las 2 de la tarde pero al dar la vuelta para salir por la puerta principal del mercado me percate de un señor que acomodaba cuidadosamente un aguacate en su puesto y me di cuenta el gran trabajo que hacen los locatarios en el mercado para poder tener un puesto agradable y que a las amas de casa les den ganas de comprar ahí.
Como acomodan poco a poco cada verdura, como pueden poner y saber que colores de verduras nos llaman la atención, ponen los tomates más rojo y los pepinos más grandes y verdes, acomodan los aguacates, los  verdes los ponen abajo para poder aguantar el peso de los otros más débiles que son los maduros y los primeros que terminan del rimero aguacates que acomodan.
 También como poco a poco rocían los rábanos para que su color rojo no se pierda y estén frescos y listos para meterlos a la canasta y llevarlos a casa.
De pronto sentí el gran cansancio que sentía al recorrer el mercado y el hambre que había desatado en mí estar dentro.
Sin más que pensar seguí mi camino hasta llegar a la salida principal del mercado y camine hasta llegar a la parada del conejobus para poder ir a mi casa después de una gran visita a este mercado nuevo todavía por que el estacionamiento todavía huele a cemento fresco y los pisos no están tan sucios como antes ahora es una nuevo mercado, lo único que no cambio fueron los locatarios que ahí están felices y en armonía ocupando un lugar y ganándose el pan de cada día para llegar a casa con alguna que otra moneda.
                                                                                                   anahi zamorano

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